Existen numerosos productos probióticos comercializados para bebés, pero ¿deberíamos dárselos al bebé alimentado exclusivamente con leche materna? Aquí hay 4 razones para hacer una pausa y reconsiderar la prescripción de probióticos directamente al lactante menor de 6 meses exclusivamente o predominantemente amamantado.
Razón número 1. La leche materna es suficiente en la gran mayoría de caso
La leche materna es el mejor jardinero del ecosistema intestinal de los bebés
La leche materna de cada madre contiene de 100 a 600 especies bacterianas vivas diferentes (Hunt, Foster et al. 2011, Boix-Amorós, Collado et al. 2016). Estos datos se refieren a la riqueza a nivel de especies, si tuviéramos que llevarlos a los datos a nivel de cepa, encontraríamos que estaríamos hablando de un número mucho mayor. La leche materna es una fuente de colonizadores primarios que incluyen especies de bifidobacterias y lactobacilos, además de una variedad de bacterias productoras de butirato (Jost, Lacroix et al. 2014, Jost, Lacroix et al. 2015, Milani, Mancabelli et al. 2015, Murphy, Curley et al. 2017).
Junto con las bacterias, la leche materna es una fuente de muchos compuestos prebióticos y similares, incluidos los oligosacáridos de la leche humana (HMO). Los HMO alimentan selectivamente especies de bifidobacterias específicas que juegan un papel importante en la salud infantil al apoyar el desarrollo saludable de la inmunidad de la mucosa intestinal junto con otras funciones importantes (Bode 2015, Wickramasinghe, Pacheco et al. 2015, Arboleya, Stanton et al. 2016). Cada madre tiene un conjunto único de hasta 50 o más HMO (Niño nuevo, Perkins et al. 2008, Bode 2015). (Nota: esta puede ser una estimación conservadora de la diversidad de las HMO ya que la caracterización de las HMO se ha visto limitada por las técnicas analíticas). Sorprendentemente, la leche materna tiene una mayor concentración de HMO que de proteína (Bode 2012). Esto quizás ejemplifica muy bien cómo la evolución ha priorizado proporcionar nutrición al microbioma intestinal infantil con compuestos prebióticos y similares a los prebióticos en la leche materna (Liu y Newburg 2013, Lonnerdal 2013, Pacheco, Barile et al. 2015). La leche humana también proporciona una variedad de compuestos bacteriostáticos selectivos que son activos contra patógenos y patobiontes potenciales (Lonnerdal 2013, Hassiotou y Geddes 2015).
¿Cómo se las arregla la microbiota del bebé amamantado que recibe el impacto de fármacos como los antibióticos?
El microbioma intestinal del lactante amamantado se ha descrito recientemente como resistente en comparación con el del lactante alimentado con fórmula (Carvalho-Ramos, Duarte et al. 2018). Los estudios que analizan específicamente la exposición a los antibióticos han encontrado que el bebé amamantado parece tener un alto grado de resiliencia del microbioma o capacidad de recuperación (Savino, Roana et al. 2011, Azad, Konya et al. 2015, Carvalho-Ramos, Duarte et al. 2018). Dado que podría decirse que la leche materna es el simbiótico perfecto, por lo que no sorprende que los investigadores estén descubriendo que los bebés amamantados muestran resiliencia del microbioma.
Cualquier exposición temprana a los antibióticos es, por supuesto, muy perjudicial para el ecosistema del bebé. La leche materna es el simbiótico perfecto para reducir la molestia. La leche materna se puede considerar el mejor jardinero (y restaurador) del intestino infantil: siembra, alimentación y poda. Por lo tanto, en mi opinión, en su mayor parte no hay necesidad de ayuda adicional en esta área. Una cosa importante que podemos hacer es empoderar a las madres con este conocimiento y ayudarlas a acceder a una buena ayuda para amamantar y ayudarlas a alcanzar sus objetivos de lactancia. A menudo, un primer paso para esto es vincularlos con buenas organizaciones de apoyo entre madres lactantes como AELAMA o los grupos de apoyo a la lactancia según tu ciudad.
¿Pero seguramente un suplemento probiótico será beneficioso para cualquier bebé que tome antibióticos? ¿O no? Y esa es la pregunta que quiero que miremos más de cerca. En este contexto, recordamos que es importante que consideremos lo que ese bebé ya está recibiendo de la leche materna cuando lo planteemos. Además, debemos sopesar cuidadosamente la evidencia para cualquier tratamiento con probióticos, pero particularmente en un bebé pequeño, y considerar tanto el potencial de daño como el beneficio en función de la evidencia sobre la cepa específica en cuestión.
Razón Nº. 2. La suplementación directa con probióticos puede conferir algunos riesgos al bebé
Los suplementos probióticos contienen excipientes (y, en ocasiones, contaminantes) y los bebés pequeños tienen un intestino permeable y sin inmunidad.
Por supuesto, ningún suplemento probiótico contiene solo bacterias. Todos contienen algún tipo de excipientes (que van desde simples suspensiones de aceite hasta polvos complejos de múltiples ingredientes). Algunos contienen edulcorantes adicionales. Además, los estudios de vigilancia posteriores a la comercialización indican que la contaminación bacteriana ocurre con bastante frecuencia y ocasionalmente con patógenos potenciales (Drago, Rodighiero et al. 2010, Patro, Ramachandran et al. 2016). La contaminación bacteriana también puede ocurrir en el hogar.
¿Por qué el bebé menor de 6 meses es particularmente vulnerable a los efectos nocivos?
En pocas palabras, la respuesta es que su intestino es inmaduro y permeable, y son menos capaces de descomponer las proteínas y neutralizar los patógenos.
Más información:
El lactante pequeño tiene una mayor permeabilidad de la mucosa intestinal y una función de barrera intestinal inmadura. El intestino del recién nacido es especialmente permeable (Le Huërou-Luron, Blat et al. 2010). Los componentes de la leche materna ayudan con el desarrollo de la barrera tanto directamente (Turfkruyer y Verhasselt 2015) como a través de la promoción de un microbioma saludable (Mikami, Kimura et al. 2012, Goldsmith, O’Sullivan et al. 2015). El lactante pequeño también tiene una menor producción de ácido gástrico. El neonato tiene un pH gástrico en ayunas de 6 a 7 que contrasta marcadamente con el rango de pH del adulto de 1 a 3,5 (Kaye 2011). El pH gástrico del lactante disminuye gradualmente cada mes y coincide con el de un adulto entre los 20 y los 30 meses de edad (Kaye 2011). Además, el lactante secreta menos enzimas proteolíticas gástricas y pancreáticas y las enzimas tienen una actividad menor que la de los adultos (Blackburn 2007). La combinación de una acción proteolítica reducida (a través de un pH estomacal más alto, niveles y actividad de enzimas más bajos) y una mayor permeabilidad gastrointestinal da como resultado que los bebés absorben una mayor cantidad de proteínas intactas. También significa que son más vulnerables a la infección por contaminantes microbianos si hubiera alguno en el producto probiótico, ya sea en el momento de la compra o por contaminación en el hogar.
Podría decirse que la mucosa gastrointestinal inmadura también es más vulnerable a la irritación y posible sensibilización alérgica cuando se expone a ingredientes adicionales presentes en los suplementos.
La exposición a sustancias distintas de la leche materna (incluidos los alimentos, la leche de vaca y la fórmula) antes de la preparación para el desarrollo parece causar inflamación (Coovadia, Rollins et al.) y, en algunos casos, microsangrado (Tawai 2012), los cuales diluyen las acciones de leche materna (Coovadia, Rollins et al., Kramer y Kakuma 2012, Quigley, Carson et al. 2016).
Razón Nº 3. Es posible que no proporcionen ningún beneficio
La evidencia de eficacia en lactantes alimentados con fórmula no puede generalizarse a lactantes amamantados.
Al considerar la evidencia de la eficacia, debemos tener en cuenta las características de la población. Los bebés amamantados exclusivamente, parcialmente amamantados y alimentados exclusivamente con fórmula tienen diferentes riesgos para la salud. Se han realizado muchos estudios que evalúan la seguridad y la eficacia de los probióticos en lactantes menores de 6 meses de edad alimentados con fórmula. Esta población es diferente a los bebés amamantados exclusivamente de muchas maneras, incluido un mayor riesgo de enfermedades infecciosas (Quigley, Kelly et al. 2007, Duijts, Jaddoe et al. 2010, Quigley, Carson et al. 2016) y un microbioma alterado ( Dogra, Sakwinska et al. 2015, Madan, Hoen et al. 2016). En consecuencia, es más probable que los probióticos tengan efectos beneficiosos en los lactantes alimentados con fórmula. Por lo tanto, estos efectos no pueden generalizarse a los lactantes amamantados.
Un área específica de investigación de probióticos es la aplicación de probióticos en bebés prematuros con la intención de reducir el riesgo de enterocolitis necrotizante (ECN), una enfermedad devastadora para el bebé prematuro. Parece haber algunos resultados prometedores que sugieren que algunas cepas probióticas específicas pueden ayudar a prevenir la NEC (Olsen, Greisen et al. 2016, Uberos, Aguilera-Rodríguez et al. 2017). Una vez más, al observar la evidencia, es importante aclarar si la evidencia del beneficio se aplica a los lactantes alimentados con leche de su propia madre, leche materna de donantes o fórmula.
Hay algunos estudios más recientes que evalúan cepas probióticas específicas en bebés amamantados. Antes de considerar recetarlos, creo que es importante que analicemos qué resultados se midieron y consideremos si estos son clínicamente significativos y relevantes para los bebés con los que estamos trabajando.
Razón Nº 4. Puede restar valor a la lactancia materna
Cuando recetamos probióticos a bebés amamantados, ¿qué mensajes sutiles les estamos dando a los padres? ¿Estamos perdiendo la oportunidad de empoderar y educar a los padres sobre lo que obtienen sus bebés de la lactancia materna? ¿Estamos perdiendo potencialmente una oportunidad de promover la lactancia materna?
Esto es algo para reflexionar.
Desde Mibiotico.com nos esforzamos por minimizar la frecuencia con la que recomendamos algo que no sea un seno en la boca de un bebé pequeño. Esto se debe a todas las razones mencionadas anteriormente.
Tratar a través de la madre: una alternativa que nos gustaría promover
Tratar a través de la madre no es una idea nueva. Ciertamente, desde una perspectiva más general, asegurar el bienestar físico, mental y emocional de las madres tiene efectos de largo alcance en la salud del bebé.
La hipótesis de la vía entero-mamaria sugiere que existe la posibilidad de que la comunidad microbiana intestinal de una madre continúe interactuando con el intestino de sus bebés a través de la leche materna. Datos en animales (Young, Hine et al. 2015, de Andrés, Jiménez et al. 2018) (revisados por (Addis, Tanca et al. 2016) y estudios preliminares en humanos respaldan esta hipótesis (Whitten y Hawrelak 2018).
Con base en esta premisa, nutrir el microbioma intestinal de la madre a través de la modificación de la dieta y la suplementación con prebióticos puede ser una forma tangible de exponer al bebé y potencialmente sembrarlo con una mayor variedad de microbios beneficiosos.
Además, complementar a las madres con algunas cepas probióticas específicas puede resultar en la transferencia de esta cepa a la leche materna. Las siguientes cepas tienen datos clínicos preliminares que sugieren potencial para la transferencia de leche materna L.fermentum CECT5716, L. salivarius CECT5713, L. gasseri CECT5714, L. reuteri DSM 17938, L. salivarius PS2 (Whitten y Hawrelak 2018) y potencialmente L. rhamnosus GG (basado en su aparición en las heces de los bebés cuyas madres recibieron suplementos, aunque esto puede explicarse a través de la transferencia intraparto durante el parto vaginal en lugar de la transferencia de leche materna (Dotterud, Avershina et al. 2015, Simpson, Avershina et al. 2018, Whitten y Hawrelak 2018). Los datos preliminares sugieren que el potencial de transferencia a la leche materna es un rasgo específico de la cepa (Whitten y Hawrelak 2018).
La suplementación con probióticos para la madre también puede influir en los mensajes inmunitarios que se transfieren a través de la leche materna, como el aumento de la citoquina TGF-β2 de la leche materna (Rautava, Kalliomäki et al. 2002) y la inmunoglobulina IgA (Prescott 2008). Estos dos componentes pueden promover la integridad de la mucosa y ayudar a reducir la tendencia a las afecciones alérgicas, por ejemplo (Brenmoehl, Ohde et al. 2018).
Así que aquí tenéis, cuatro razones y un poco en las que pensar antes de recetar probióticos en un bebé que recibe lactancia materna.
Este artículo está basado en un artículo original de Dawn Whitten (Investigadora, clínica y consultora de lactancia del IBCLC)
Te ampliamos los detalles:
El embarazo es un periodo fisiológico en el que todos los órganos (como la cavidad oral, estómago, intestino, útero, vagina, glándulas mamarias y piel), así como los aparatos (incluido el locomotor) y sistemas (inmunitario, neuroendocrino, metabolismo), experimentan adaptaciones para favorecer el desarrollo óptimo del feto y la salud materna. Estos cambios también afectan la composición de la microbiota en todas las mucosas.
Debido a estas adaptaciones, durante el embarazo aumenta la incidencia de ciertos problemas de salud, como la gingivitis, el reflujo gastroesofágico, el estreñimiento y otros problemas digestivos, las infecciones del tracto genitourinario y las alteraciones metabólicas. Estos problemas son objetivos clásicos para el uso de probióticos.
En el posparto, pueden surgir otros problemas relevantes para la aplicación de probióticos, como el distrés posparto o las mastitis lactacionales. Entre los beneficios asociados a la administración de algunas cepas probióticas durante el embarazo o la lactancia se encuentran:
- Mejora del estreñimiento (Mirghafourvand et al., 2016).
- Disminución de la intensidad o la duración de la depresión posparto (Slykerman et al., 2017).
- Erradicación de Streptococcus agalactiae en las mucosas vaginal y rectal, lo que permite una reducción significativa del uso de profilaxis antibiótica intraparto (Ho et al., 2016; Martín et al., 2019).
- Tratamiento y prevención de las mastitis (Arroyo et al., 2010; Fernández et al., 2016; Jiménez et al., 2021).
- Modificación de la composición de la microbiota intestinal del neonato (Korpela et al., 2018).
En consecuencia, pueden surgir situaciones específicas durante el embarazo y la lactancia en las que se recomiende el uso de probióticos que hayan demostrado ser eficaces y seguros para la mujer embarazada o lactante. Es importante recordar que los efectos de los probióticos dependen de la cepa, la dosis y el estado del hospedador, entre otros factores. El uso de productos probióticos está aumentando a nivel mundial en estas poblaciones, donde existen limitaciones para el uso de diversos medicamentos. Sin embargo, aún persiste una considerable incertidumbre sobre la eficacia real y la seguridad de estos productos en situaciones de vulnerabilidad, como el embarazo y la lactancia.
Gran parte de esta incertidumbre proviene del hecho de que, a menudo, las mujeres embarazadas y lactantes consumen probióticos con los que nunca se han realizado ensayos clínicos en estas circunstancias específicas. Esto significa que se desconocen datos cruciales como la aparición de efectos adversos, el momento de aparición, la duración y la gravedad de los síntomas. Además, la percepción de que los probióticos son suplementos nutricionales «naturales» y se pueden adquirir sin receta médica puede inducir a una falsa sensación de seguridad ilimitada.
El mecanismo subyacente a la aparición de efectos adversos tras la administración de probióticos tampoco está bien comprendido, complicándose más cuando se utilizan combinaciones de diversas cepas y/o se mezclan con prebióticos u otros ingredientes, como extractos de plantas. En estas circunstancias, es prácticamente imposible determinar si los efectos adversos fueron causados por una cepa específica o por la combinación de ingredientes.
Los pocos estudios que han evaluado la seguridad de los probióticos en mujeres embarazadas y lactantes varían en cuanto a las cepas utilizadas, sus concentraciones y el momento y duración de la intervención, que puede oscilar desde el primer trimestre del embarazo hasta un año después del parto. No obstante, de manera global, estos estudios coinciden en señalar la ausencia de mortalidad y de efectos adversos graves (Doron y Snydman, 2015; Sheyholislami y Connor, 2021). La mayoría de los efectos adversos observados estuvieron relacionados con la salud gastrointestinal de las madres durante el tercer trimestre del embarazo, incluyendo calambres abdominales, alteraciones del gusto, náuseas, flatulencia y cambios en la consistencia de las heces. En cualquier caso, la incidencia de efectos adversos fue pequeña y similar a la de los grupos placebo en aquellos ensayos que los incluyeron.
De hecho, se trata de síntomas comunes durante el embarazo (Body y Christie, 2016) y/o que se suelen observar en intervenciones con probióticos en otros grupos de población. En general, los datos existentes sugieren que la suplementación con los productos probióticos probados en ensayos clínicos en estas poblaciones es relativamente segura para su uso durante y después del embarazo y durante la lactancia, y no está asociada con efectos secundarios graves ni para las madres ni para sus fetos/hijos.
La vulnerabilidad de las mujeres embarazadas y lactantes se acentúa cuando existen problemas subyacentes de salud que, en muchos casos, pueden motivar la ingesta de probióticos. Esto es especialmente relevante en enfermedades que determinan un embarazo de riesgo, como la diabetes gestacional, la preeclampsia y el riesgo de prematuridad.
Aunque se han descrito efectos beneficiosos del uso de algunos probióticos en tales casos (Sheyholislami y Connor, 2021), una revisión Cochrane advirtió que el uso de ciertos probióticos en embarazadas puede aumentar el riesgo de padecer preeclampsia (Davidson et al., 2021). Esta advertencia se basó en un número muy limitado de ensayos, algunos de los cuales estaban enfocados en mujeres embarazadas con alto riesgo debido a sobrepeso u obesidad. Entre estos estudios, solo uno proporcionó resultados alarmantes en relación con la preeclampsia, reportando un 9,2% de incidencia en mujeres que tomaron el probiótico (Lacticaseibacillus rhamnosus GG y Bifidobacterium lactis Bb12) frente a un 4,9% en aquellas que recibieron un placebo (Callaway et al., 2019).
Dado que los efectos de los probióticos dependen de la cepa, no se puede generalizar estos resultados a otras cepas, especialmente porque estas dos no se seleccionaron originalmente para su aplicación en problemas de salud materno-fetal. Curiosamente, en otro estudio con las mismas cepas, pero no dirigido exclusivamente a mujeres obesas, no se detectaron diferencias en la presión sistólica ni diastólica en ningún trimestre del embarazo entre las mujeres que recibieron el probiótico y las que recibieron un placebo (Aaltonen et al., 2008).
La administración de Ligilactobacillus salivarius UCC118 a mujeres embarazadas obesas tampoco provocó efectos adversos (Lindsay et al., 2014). Por otro lado, un estudio en el que las participantes no eran exclusivamente obesas concluyó que la suplementación con un producto probiótico (una combinación de tres cepas pertenecientes a las especies Lactobacillus acidophilus, Lacticaseibacillus casei y Bifidobacterium bifidum) durante 12 semanas en la primera mitad del embarazo tuvo efectos beneficiosos sobre los marcadores del metabolismo de la insulina, los triglicéridos, los biomarcadores de inflamación y el estrés oxidativo (Jamilian et al., 2016).
Otros estudios realizados en mujeres obesas de alto riesgo e incluidos en la mencionada revisión Cochrane tampoco sustentan la afirmación de que los probióticos pueden causar preeclampsia (Okesene-Gafa et al., 2019; Pellonperä et al., 2019). De hecho, uno de estos estudios mostró que la intervención durante las semanas 14-16 del embarazo reducía la prevalencia de diabetes gestacional, especialmente entre mujeres que la habían padecido en embarazos previos y entre aquellas de mayor edad (Wickens et al., 2017).
Seguridad del uso de los probióticos durante el embarazo y la lactancia
Juan Miguel Rodríguez Gómez
Departamento de Nutrición y Ciencia de los Alimentos. Universidad Complutense de Madrid.
An Microbiota Probióticos Prebióticos. 2024;5(1):72-74
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🍽 Dietista especialista en Nutrición Evolutiva
🤰🏽 Especialista en maternidad y programación de los primeros 1000 días
🦠 Máster en Microbiota, Probióticos y Prebióticos
👤 Máster en Psiconeuroinmunología Clínica