La especialista Valeria Hiraldo (Dietista PNI en Málaga), nos recuerda la necesidad de un enfoque cuidadoso y basado en evidencias para diagnosticar y tratar el SIBO, especialmente en el contexto de la sobreexposición en redes sociales y la tendencia a sobrediagnosticar esta condición.
Aunque el SIBO (Sobrecrecimiento Bacteriano del Intestino Delgado) no es una afección nueva, su popularidad ha crecido considerablemente en Internet y redes sociales en los últimos años. Esto se debe, en parte, a sus síntomas inespecíficos, como dolor abdominal, hinchazón e incluso fatiga crónica, que afectan a un amplio grupo de personas. En este artículo, exploraremos en profundidad qué es el SIBO, qué no es, sus causas, síntomas más comunes, métodos de diagnóstico y las opciones de tratamiento más eficaces.
El número de estudios científicos sobre el sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (SIBO) ha crecido de manera modesta, pero su presencia en redes sociales ha aumentado de forma desproporcionada, lo que puede tener implicaciones preocupantes para la salud pública.
En un intestino sano, el intestino delgado alberga una cantidad muy reducida de bacterias, en comparación con la cavidad oral o el colon. Este ambiente debería parecerse más a un río fluido que a un estanque estancado. El desarrollo del SIBO tiene su origen en la pérdida de las barreras naturales, tanto físicas como químicas, que normalmente evitan la proliferación bacteriana en esta zona del tracto digestivo. Estas barreras incluyen el ácido gástrico, los jugos pancreáticos y biliares que favorecen la digestión, el movimiento intestinal conocido como «ondas de limpieza» (que ocurre entre los periodos de ayuno cada 90-120 minutos), la integridad de la mucosa intestinal, la microbiota intestinal equilibrada, y la válvula ileocecal, que actúa como una puerta para evitar el retroceso de bacterias del colon al intestino delgado.
Diversos factores de la vida moderna, como el estrés, la mala calidad de los alimentos, los aditivos alimentarios y el consumo excesivo de medicamentos, están contribuyendo al aumento de casos de SIBO. Sin embargo, la percepción de un incremento masivo de esta condición está distorsionada por las redes sociales. Los síntomas del SIBO son inespecíficos y comunes en muchas personas y enfermedades, lo que facilita que se viralice la idea de que su prevalencia está en auge, aunque el número de estudios científicos sigue siendo limitado.
Este fenómeno pone de manifiesto los riesgos de la difusión no regulada de información médica en redes sociales, que puede llevar a diagnósticos erróneos o autodiagnósticos peligrosos.
Mantener la microbiota intestinal en buen estado es esencial para preservar la inmunidad y la salud general. Alteraciones en la composición o en las funciones de la microbiota, como el sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado (SIBO), a menudo descritas de manera vaga como disbiosis, están relacionadas con una variedad de síntomas tanto intestinales como extraintestinales.
El SIBO se caracteriza por la presencia anómala y excesiva de bacterias en el intestino delgado, lo que provoca síntomas gastrointestinales. Aunque algunas de estas bacterias pueden proceder del colon, las bacterias presentes en el intestino delgado son diferentes de las del colon y las heces. Datos recientes han mostrado que especies como Escherichia coli y Klebsiella pneumoniae aumentan en la microbiota del intestino delgado en pacientes con SIBO y se asocian a una mayor gravedad del dolor abdominal, la diarrea y la hinchazón.
El SIBO está generalmente vinculado a una serie de síntomas gastrointestinales inespecíficos, como diarrea, estreñimiento, cambios en los hábitos intestinales, hinchazón, dolor abdominal o malestar. También puede presentar síntomas extradigestivos, como fatiga, ansiedad, confusión mental o dolor crónico.
Dependiendo del tipo de microorganismo implicado, el sobrecrecimiento microbiano intestinal se clasifica en tres categorías: SIBO (sobrecrecimiento bacteriano), IMO (sobrecrecimiento metanogénico intestinal) y SIFO (sobrecrecimiento fúngico en el intestino delgado). En el caso del SIBO, se observa una sobreproducción de hidrógeno o sulfuro, mientras que en el IMO, es común la sobreproducción de metano. Hasta ahora, no se ha asociado ningún gas concreto al SIFO.
El SIBO no es nuevo
El SIBO no es un fenómeno reciente. Los gastroenterólogos ya estaban familiarizados con esta condición desde los años 50 y 60, cuando se relacionaba con enfermedades derivadas de la mala digestión o malabsorción. A lo largo del tiempo, el concepto de SIBO ha evolucionado. Inicialmente se consideraba una complicación de cirugías gastrointestinales o un efecto secundario de trastornos de la motilidad intestinal, como en la esclerodermia o la diabetes, o por la insuficiente producción de jugo gástrico. Sin embargo, hoy en día se habla del SIBO como un trastorno más común, incluso en personas por lo demás sanas. Además, es frecuente en pacientes con síntomas similares a los del síndrome del intestino irritable, ya que aproximadamente el 35% de los afectados por esta condición experimentan SIBO en algún momento de su vida.
Aunque no siempre está claro qué causa el sobrecrecimiento bacteriano intestinal en todos los pacientes, cualquier situación que bloquee el tránsito intestinal o lo vuelva más lento puede desencadenar SIBO. Por ejemplo, la intoxicación alimentaria ha sido recientemente identificada como una posible causa de ralentización del tránsito en el intestino delgado en estudios con ratas.
Asimismo, medicamentos que afectan la motilidad intestinal, como los antibióticos, los opioides y los anticolinérgicos, pueden favorecer el sobrecrecimiento bacteriano en determinadas personas. Sin embargo, es habitual que algunos pacientes desarrollen miedos infundados hacia alimentos con gluten o medicamentos como el omeprazol, creyendo que podrían causar SIBO, aunque esta relación no ha sido suficientemente demostrada.
Es importante continuar investigando para comprender mejor las causas y factores de riesgo asociados a este trastorno. Solo un profesional especializado puede ayudarte.
Cuidado: Los test de aliento llevan a falsos diagnósticos de SIBO
Los test de aliento son una herramienta común para diagnosticar el SIBO, pero pueden llevar a falsos diagnósticos. Este método mide el hidrógeno y el metano exhalados, que son producidos exclusivamente por microorganismos en el intestino. Aunque es el método más sencillo, también tiene sus limitaciones. Otra forma de diagnosticar el SIBO es mediante el cultivo del jugo intestinal, pero no es un procedimiento rutinario. Por otro lado, el SIFO (sobrecrecimiento fúngico) solo puede diagnosticarse mediante la aspiración y cultivo del contenido intestinal, mientras que el IMO (sobrecrecimiento metanogénico) se diagnostica exclusivamente con el test de aliento.
Es importante destacar que ni los síntomas clínicos ni la respuesta a los antibióticos son suficientes para diagnosticar correctamente el SIBO. El diagnóstico debe basarse en pruebas más específicas.
En cuanto a la interpretación de los test de aliento, un aumento de las concentraciones de hidrógeno (H₂) por encima de 20 ppm respecto al valor de referencia puede indicar la presencia de SIBO. Si los niveles de metano (CH₄) superan los 10 ppm en los primeros 90 minutos, se sugiere la presencia de IMO. Aunque en Europa aún no es posible medir la producción de sulfuro de hidrógeno mediante estos test, un fuerte olor a «huevos podridos» en el aliento del paciente puede ser una señal de su presencia.
A pesar de su utilidad, los test de aliento tienen una baja especificidad para diagnosticar el SIBO, lo que puede llevar a sobrediagnósticos. Esto es problemático, ya que a menudo conduce a la administración de antibióticos no absorbibles de amplio espectro, lo que puede interferir con la microbiota intestinal y aumentar el riesgo de resistencia a los antibióticos. Además, los test de aliento presentan limitaciones importantes, como la falta de estandarización, las variaciones en el tiempo de tránsito intestinal, la contaminación y los errores en la preparación y desarrollo de la prueba. Estos problemas pueden minimizarse si los test se realizan en un entorno especializado.
Aunque los test de aliento son una herramienta útil, deben interpretarse con cautela para evitar diagnósticos erróneos y tratamientos inadecuados que pueden tener consecuencias para la salud.
¿Existe un buen tratamiento para el SIBO?
Los tres pilares del tratamiento del SIBO son: identificar la causa, tratar el SIBO e impedir su recurrencia. Para un tratamiento eficaz, es fundamental detectar y eliminar, si es posible, las causas subyacentes. Esto puede incluir, por ejemplo, suspender medicamentos que desaceleran el tránsito intestinal, como los opioides, para reducir las recurrencias, corregir las deficiencias nutricionales y, si hay pruebas claras de sobrecrecimiento bacteriano, administrar el tratamiento adecuado con antibióticos.
En los casos donde la causa subyacente no puede eliminarse (como en pacientes con diabetes, esclerodermia o inmunodeficiencia), el tratamiento debe adaptarse individualmente. Aquí, las terapias antibióticas pueden combinarse con otras estrategias que mantengan el equilibrio intestinal y la microbiota sin causar efectos adversos. Entre estas opciones, la nutrición juega un papel crucial y debe ser supervisada por un profesional especializado. El retratamiento con antibióticos solo debe reservarse para aquellos pacientes con SIBO muy recurrente (más de 4 episodios por año).
Para inducir la remisión del SIBO, seguir una dieta elemental ha demostrado ser eficaz, ya que reduce significativamente los síntomas en pacientes con síndrome de intestino irritable y mejora los resultados en los test de aliento. Sin embargo, el coste y el sabor de las fórmulas son barreras para su uso generalizado. La reducción de alimentos ricos en azufre podría ser beneficiosa en casos de sospecha de SIBO de azufre, aunque las pruebas al respecto son limitadas.
Los antimicrobianos de origen vegetal están ganando popularidad como alternativa a los antibióticos, especialmente en aquellos pacientes que no responden bien a estos. Sin embargo, los datos sobre su eficacia para reducir los síntomas son escasos, y persisten preocupaciones sobre las dosis correctas, su perfil de seguridad y las posibles interacciones con otros medicamentos.
Para prevenir la recurrencia del SIBO, una dieta baja en FODMAP (oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables) puede ayudar a reducir la fermentación en el intestino, aunque las evidencias que la respaldan no son concluyentes. Esta dieta debe seguirse solo por periodos cortos para evitar restricciones innecesarias. Algunos estudios sugieren que el uso de prebióticos podría ser preferible a una dieta baja en FODMAP, mientras que otros recomiendan la adición de goma guar (5 g/día durante 10 días) para mejorar los síntomas y aumentar la tasa de erradicación del SIBO con rifaximina.
Mejorar la motilidad intestinal con medicamentos procinéticos (como la octreotida, cisaprida, eritromicina, entre otros) podría ayudar a mantener la remisión del SIBO, aunque los estudios en este campo son limitados. El uso de probióticos para tratar el SIBO sigue siendo controvertido. Si bien los probióticos pueden ayudar a reducir el dolor abdominal y la descontaminación bacteriana, algunos estudios recientes han vinculado su uso con efectos adversos como confusión mental, aumento de la producción de metano y distensión abdominal tras las comidas.
Principales ideas:
Aquí tienes un resumen de las principales ideas que has compartido sobre el SIBO (Sobrecrecimiento Bacteriano del Intestino Delgado):
- Incremento de la presencia del SIBO en redes sociales: Aunque el número de estudios científicos sobre SIBO ha crecido modestamente, su popularidad en redes sociales ha aumentado exponencialmente. Esto puede llevar a diagnósticos erróneos debido a los síntomas inespecíficos como hinchazón, dolor abdominal y fatiga, que son comunes a otras condiciones.
- Microbiota intestinal y su relación con el SIBO: Mantener una microbiota intestinal saludable es clave para la salud en general y la inmunidad. El SIBO está relacionado con desequilibrios en esta microbiota, que normalmente contiene pocas bacterias en el intestino delgado. Diversas barreras físicas y químicas previenen el sobrecrecimiento bacteriano, pero cuando estas fallan, se desarrolla el SIBO.
- Diagnóstico del SIBO: El diagnóstico más común es el test de aliento, que mide el hidrógeno y metano exhalados. Sin embargo, este método tiene baja especificidad, lo que puede llevar a sobrediagnósticos y tratamientos inadecuados, como el uso innecesario de antibióticos.
- Causas del SIBO: Las causas del SIBO incluyen condiciones que ralentizan el tránsito intestinal, como la esclerodermia, diabetes, medicamentos como los opioides, o incluso la intoxicación alimentaria. Factores de la vida moderna, como el estrés y el uso excesivo de antibióticos, también contribuyen.
- Tratamiento del SIBO: El tratamiento del SIBO debe enfocarse en tres pilares: identificar y eliminar la causa subyacente, tratar el SIBO (generalmente con antibióticos) y prevenir su recurrencia. Para los casos recurrentes o donde no es posible eliminar la causa subyacente, se recomienda personalizar el tratamiento con antibióticos y otras terapias complementarias, como la dieta y la motilidad intestinal.
- Nutrición y dietas para el manejo del SIBO: Las dietas como la dieta elemental o la dieta baja en FODMAP pueden ser útiles para reducir los síntomas, aunque deben seguirse con cautela para evitar restricciones innecesarias. También se recomienda el uso de probióticos y prebióticos para algunos pacientes, aunque el uso de estos sigue siendo objeto de controversia.
- Antimicrobianos de origen vegetal: Estos se están utilizando cada vez más como una alternativa a los antibióticos en el tratamiento del SIBO. Sin embargo, faltan datos sobre su eficacia y seguridad.
Referencias
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🍽 Dietista especialista en Nutrición Evolutiva
🤰🏽 Especialista en maternidad y programación de los primeros 1000 días
🦠 Máster en Microbiota, Probióticos y Prebióticos
👤 Máster en Psiconeuroinmunología Clínica